Completados ya los contenidos referidos al reinado de los Reyes Católicos pasamos a ver ahora la evolución política del siglo XVI, centrándonos sobre todo en el estudio de los imperios territoriales de los Austrias Mayores, Carlos V y su hijo Felipe II y los problemas que acarreó el control y la administración de tan vasto territorio.
La España del siglo XVI (y entiéndase esta como el conjunto de distintos reinos y no como una unidad estatal) se va a convertir en la potencia hegemónica de Europa y mantener esta hegemonía le va a suponer mantener constantes enfrentamientos bélicos con las distintas naciones europeas que poco a poco van a ir debilitando la hacienda española, la política de prestigio de estos reyes supuso la gloria de España, como se ha venido diciendo a lo largo de la historia (la época del imperio español) pero también es cierto que esta política de prestigio fue la base del posterior declive que se va a vivir durante el siglo XVII durante los reinados de sus sucesores los vilipendiados Austrias Menores.
Carlos era hijo de Juana "la Loca". Al morir su abuelo Fernando de Aragón, regente de Castilla en nombre de su incapacitada hija, fue llamado Carlos para sucederle en Castilla y Aragón con 16 años,
sin saber castellano y desconociendo las costumbres de España. Tuvo la suerte de
heredar un importante patrimonio territorial: por parte materna las coronas de
Castilla y Aragón y todas sus posesiones y de su padre heredó los Países Bajos, el Luxemburgo y el Franco Condado. Cuando su abuelo, el
emperador de Alemania Maximiliano, muere hereda el derecho a ser elegido
emperador de Alemania y el Archiducado de Austria. Con 21 años fue elegido emperador de Alemania tras una gran campaña financiada en gran medida por Castilla, y que será una de las causas del primer problema que tuvo que solucionar en los reinos hispánicos, la escasa aceptación de las cortes castellanas de este proyecto imperial y su disconformidad con sufragar esta campaña. Soñaba Carlos V con un imperio
universal, único y católico que le acarreará graves problemas cuando tras la reforma cristiana emprendida por Lutero una parte de los príncipes alemanes abracen el protestantismo. Carlos V intentará mantener la unidad católica pero tras años de enfrentamientos aceptará la realidad y reconocerá una cierta libertad religiosa dentro del Imperio Germánico. Sus ideas imperiales chocarán también con las ambiciones del rey francés, su archienemigo Francisco I de Francia, que aspiraba a hacerse un hueco en la política europea y expandir su reino por tierras italianas que Carlos también ambicionaba, Carlos V venció al francés en sucesivas batallas e incluso lo tomó como prisionero dejándolo libre tras firmar un acuerdo que el francés incumplió. Por si esto fuera poco también hubo de enfrentarse al expansionismo otomano que tran haber tomado Constantinopla a mediados del XV avanzaba ahora por el sureste de Europa amenazando territorios austriacos como la ciudad de Viena además de fomentar la piratería berberisca que afectaba a las costas españolas.
El reinado de Carlos no fue un reinado pacífico, no fue un reinado fácil y eso acabó agotando a un rey envejecido y preocupado. Carlos abdicó en su hijo antes de morir y se retiró al monasterio de
Yuste enfermo de gota, donde murió dos años después.
Felipe II fue hijo del emperador Carlos V y de Isabel de
Portugal. Desde muy joven fue preparado para desempeñar su cargo de rey. Tras la abdicación de Carlos I en 1556
gobernó el imperio integrado por los
reinos y territorios de Castilla, Aragón, Navarra, el Franco-Condado, los
Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, Milán, Nápoles, Orán, Túnez, toda la América
descubierta y Filipinas. A estos vastos territorios se le unió Portugal y su
imperio afroasiático en 1580.
Con Felipe II (1556-1598) la hegemonía española llega a su
apogeo. Carlos I había cedido en su
abdicación a su hermano Fernando el Imperio Alemán y las posesiones de los
Habsburgo en Austria. En adelante, dos
ramas de la misma dinastía gobernarán en Madrid y Viena.
A diferencia de lo que ocurrió con su padre Carlos I, con
Felipe II el centro de gravedad del Imperio se asentó en la península,
especialmente en Castilla. Los
principales problemas internos del reinado de Felipe II fueron la muerte en
1568 del príncipe heredero Carlos, que había sido arrestado debido a sus
contactos con los miembros de una presunta conjura sucesoria promovida por
parte de la nobleza contra Felipe y la poderosa figura de su secretario Antonio
Pérez, quien finalmente fue destituido y acusado de corrupción. Huyó del país y
se convirtió en un activo propagandista contra Felipe II. Apoyado por los
enemigos exteriores del rey, fue un elemento clave en la formación de la
"Leyenda Negra".
La idea de la unidad religiosa marcó la política de Felipe
II. No dudó en intervenir ante la amenaza de las incursiones berberiscas y
turcas en las costas mediterráneas. Felipe II obtuvo una gran victoria, aunque
no la definitiva, en la batalla de Lepanto en 1571. En el interior peninsular
el monarca reprimió duramente las sublevaciones moriscas como, por ejemplo, en
las Alpujarras granadinas. En Europa se
enfrentó con Francia por el control de Italia (Nápoles y el Milanesado). La paz
en Cateau-Cambrésis en 1559 fue favorable a los intereses españoles en la
península italiana.
Tras la muerte de su esposa María Tudor, las relaciones se
hicieron cada vez más hostiles con Inglaterra, que apoyaba a los rebeldes
protestantes en los Países Bajos. El intento de invadir la isla en 1588 con la
Armada Invencible acabó con un gran fracaso que inició el declive del poder
naval español en el Atlántico.
Felipe II no pudo acabar tampoco con el conflicto político
(mayor autonomía) y religioso (revuelta
calvinista) generado en los Países Bajos. Ninguno de los sucesivos gobernadores
pudieron impedir que la rebelión se asentara y llevara finalmente en el siglo
XVII a la independencia de las
Provincias Unidas (actuales Países Bajos)
Uno de sus mayores triunfos fue conseguir la unidad ibérica
con la anexión de Portugal y sus dominios, al hacer valer sus derechos
sucesorios en 1581 tras morir sin descendencia el rey portugués Sebastián. Para conseguir la anexión, Felipe se
comprometió a mantener y respetar los fueros, costumbres y privilegios de los
portugueses. La anexión significó la unión de dos enormes imperios. Las
posesiones portuguesas en Brasil, África y Asia pasaron al Imperio de Felipe
II. Un imperio “en donde nunca se ponía
el sol”.
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