A veces es complicado elaborar una historia objetiva, que describa una realidad histórica tal y como es sin expresar en ella opiniones o una cierta subjetividad, somos personas y a la hora de hablar, de escribir, a veces de forma involuntaria y otras veces intencionadamente dejamos entrever nuestra opinión al respecto de un asunto, por lo tanto ningún documento histórico esta totalmente limpio de una cierta subjetividad por parte del autor y es que aunque alguien vea los hechos en persona, a la hora de contarlos los va modificar consciente o inconscientemente posicionándose en un lado o en otro.
Hoy en día, a pesar de que vivimos rodeados de información y podemos obtener una visión más objetiva de la realidad, sin embargo no podemos tener un conocimiento 100% objetivo, como ejemplo podemos tomar una noticia de actualidad, cojamos por ejemplo una noticia relacionada con la crisis del PSOE y la dimisión de Pedro Sánchez y leamos la noticia en varios medios de comunicación (bien de carácter más progresista como Público o El País o bien más conservadores como El Mundo o La Razón, por poner ejemplos) y veremos como cada periódico va a narrar los acontecimientos de una manera o de otra, como los mártires de unos medios son tratados como verdugos por otros, como si de buenos y malos se tratara...
Si hoy en día, en la sociedad actual y con infinidad de medios para conocer y relatar los hechos históricos, tenemos disparidad de versiones imaginaos que podrá pasar con la historia hace mil o dos mil años cuando las noticias no volaban por la red ni reporteros de 50 cadenas cubrían un acontecimiento...pocas fuentes han llegado hasta nosotros y además estas fuentes nos son ingenuas o sinceras, sino que muchas veces están contadas desde un bando, generalmente el bando de los vencedores.
Después de este rollo sobre el conocimiento objetivo de la realidad pasamos a ver uno de los acontecimientos que dio comienzo a ese proceso que tradicionalmente se ha llamado RECONQUISTA, la batalla de Covadonga, un rifirrafe entre los norteños peninsulares opuestos siempre a cualquier dominación y los musulmanes que habían ocupado la Península Ibérica. Para las fuentes cristianas, este acontecimiento será narrado como una gran batalla donde los visigodos huidos hacia el norte, junto con las gentes del norte y liderados por el noble visigodo Pelayo derrotaron un gran ejército musulmán que iba a reclamarle el pago de tributos (en dinero o en especie, como el legendario tributo de las cien doncellas), 300 cristianos derrotaron a mas de 180.000 musulmanes, eso sí, ayudados por la virgen de Covadonga, que provocó un desprendimiento que diezmó el ejército musulmán...y no sería esta la única vez que una virgen aparece lanzando piedras contra los moros o Santiago, espada en mano, rebanando cabezas de infieles...
Santiago matamoros en la batalla de Clavijo (Retablo en Valladolid) |
Pelayo estaba con sus compañeros
en el monte Aseuva, y el ejército de Alqama llegó hasta él y alzó innumerables
tiendas frente a la entrada de la cueva (…). Alqama mandó entonces comenzar el
combate, y los soldados tomaron las armas. Se levantaron los fundíbulos, se
prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e
incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las magnificencias
del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos y llegaban a la casa de la
Virgen Santa María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que
las disparaban y mataban a los caldeos. Y como Dios no necesita las lanzas,
sino que da la palma de la victoria a quien quiere, los cristianos salieron de
la cueva para luchar contra los caldeos; emprendieron éstos la fuga, se dividió
en dos su hueste, y allí mismo fue, al punto, muerto Alqama y apresado el
obispo Oppas. En el mismo lugar murieron 124.000 caldeos, y los 63.000
restantes subieron a la cumbre del monte Aseuva y, por un lugar llamado
Amuesta, descendieron a la Liébana. Pero ni éstos escaparon de la venganza del
Señor.
Crónica de Alfonso III (s. X)
La batalla de Covadonga vista por
los musulmanes
Dice Isa ben Ahmad al-Razi que en
tiempos de Anbasa ben Suhaim al-Qalbi, se levantó en tierras de Galicia un asno
salvaje llamado Pelayo. Desde entonces empezaron los cristianos de al-Ándalus a
defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder (…).
Los islamitas, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar, se
habían apoderado de sus país (…) y no había quedado sino la roca donde se
refugia el rey llamado Pelayo con trescientos hombres. Los soldados no cesaron
de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su
compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían que comer sino la
miel que tomaban de la dejada por la abejas en las hendiduras de la roca. La
situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron
diciendo «Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?».
Al-Maqqari, Nafh al-tib (s. XVII)
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