Si durante la Edad Media el
sistema político que había predominado fue la monarquía feudal en el que el rey
compartía su poder con otras instituciones (estamentos privilegiados, las
ciudades, las cortes…) ya durante la Baja Edad Media vemos como el rey inicia
un camino para recuperar el poder absoluto, provocando el descontento de la
nobleza y numerosas revueltas nobiliarias (pero eso ya lo hemos visto en temas
anteriores). Este reforzamiento del poder real es ya notorio con la llegada de
los Reyes Católicos, donde ya la monarquía feudal se ha transformado en una monarquía
autoritaria donde el rey ya ostenta casi todo el poder pero debe mantener los
privilegios de ciertos grupos, no sólo privilegiados, como la alta nobleza y la
Iglesia, sino también de una burguesía enriquecida que comienza a introducirse
en los consejos reales y de la que saldrán gran parte del funcionariado letrado
e instruido en las universidades, además debemos recordar la particularidad de
la unión de los reinos españoles que conllevó la existencia de diferentes
reinos con diferentes instituciones y leyes bajo una misma monarquía, así
podemos ver como en Castilla se afianza este autoritarismo mientras que en
Aragón podemos hablar de una monarquía pactista que debe gobernar junto con las
cortes y atendiendo a sus propios fueros.
Tras los Reyes Católicos, y casi
de rebote, se instala en España la dinastía de los Habsburgo o los Austrias de
la mano del rey Carlos V (nieto de los reyes Católicos). En esta época, ante
todo estaba la figura del rey, junto a ellos estaba el consilium que era gente
que le aconsejaba, esto se traduce en la existencia de un sistema polisinodial basado
en los Consejos u órganos colegiados (constituidos por un grupo de personas), que
podían ser temáticos (Hacienda, Inquisición…) o territoriales (Castilla,
Aragón, Indias…)de los más de diez que había eran 5 los más importantes y poco
a poco el de Castilla se fue imponiendo al resto y pasó a denominarse Consejo
Real. La polisinodia hispánica era la
forma de funcionamiento de la monarquía hispánica, la cual se basaba en una
serie de consejos territoriales y especializados en los que personas destacadas
aconsejaban al rey para el buen funcionamiento de los reinos. Existían catorce
consejos, trece en Madrid (Aragón, Indias, Castilla, Italia, etc.) y uno fuera,
el de Navarra. Los más importantes eran el consejo de Hacienda y el de
Castilla.
Después del rey estaba el virrey
y también cobró importancia la figura del Secretario General. Hay que recordar
que cada reino tenía autonomía propia.
El sistema de gobierno de los reyes de la casa de Austria en los reinos hispánicos durante los siglos XVI y XVII se denomina monarquía hispánica.
Por lo tanto la imposición en España de una monarquía absolutista al modo francés se vio limitada por los privilegios forales de los reinos no castellanos como Aragón, Navarra, etc. que si se contradecían se cumpliría el contrafuero.
El sistema de gobierno de los reyes de la casa de Austria en los reinos hispánicos durante los siglos XVI y XVII se denomina monarquía hispánica.
Por lo tanto la imposición en España de una monarquía absolutista al modo francés se vio limitada por los privilegios forales de los reinos no castellanos como Aragón, Navarra, etc. que si se contradecían se cumpliría el contrafuero.
Desde el reinado de Felipe III
(1598-1621) los reyes cedían parte de sus funciones en validos que tenían poder
de decisión. Ejemplos son el Duque de Lerma valido de Felipe III y el
conde-duque de Olivares valido de Felipe IV.
La Dinastía
de los Borbones llegó a España en el año 1700 y establecieron un sistema de
gobierno heredero del absolutismo francés, de donde provenía la nueva dinastía.
Los borbones iniciaron reformas tendentes a la unificación y uniformación de
los reinos españoles (que quedará plasmado en leyes como los Decretos de Nueva
Planta) así como a una modernización y racionalización del Estado
Las reformas enla Nueva
España se encaminaron a centralizar el poder político con el
objetivo de realizar un bloque de poder a los grupos dominantes que ocupaban
puestos en la estructura de gobierno (virrey, caciques, locales y regionales);
debilitar y controlar a las corporaciones más poderosas del momento (Iglesia y
Consulado de Comerciantes); cambiar la política económica con la finalidad de
incrementar los ingresos hacia la metrópoli y modernizar el pensamiento y la
cultura en general.
Las reformas en
Entre las reformas político
administrativas más importantes esta la restauración del ejército (1756) que
promovió su profesionalización; la creación de doce intendencias (1786), las
cuales estarían sujetas a tres Comandancias Generales que, a su vez, estaban
bajo la jurisdicción de una Superintendencia General. Entre las labores de los
intendentes estuvieron la de fomentar la industria, la agricultura local, hacer
estadísticas y construir obras públicas.
La dinastía de los Borbones se identificó con el pensamiento filosófico ilustrado y el absolutismo monárquico: esta combinación, llamada despotismo ilustrado, fue el concepto político dominante durante el siglo XVIII en Europa.
Por un lado, la Ilustración fue
un movimiento intelectual representado por destacados pensadores europeos de la
época, como David Hume, John Locke, Montesquieu y Rousseau, entre otros,
quienes elaboraron nuevas concepciones sobre el ser humano, la sociedad, el
poder y el mundo, inspiradas en la observación de la naturaleza y el uso de la
razón como principal medio de conocimiento y de acción. Este pensamiento se
oponía a los dogmas y creencias religiosas, y defendía la idea del progreso
como la más alta inspiración humana. La unión de este ideal con el absolutismo,
teoría según la cual el poder de los reyes viene directamente de Dios, y por lo
tanto, estos no tienen que responder por sus actos frente a sus súbditos, dio
como resultado monarcas que impulsaron grandes obras y reformas en busca del
desarrollo económico. Para ello se basaron principalmente en su poder y
autoridad en desmedro de las deliberaciones de sus súbditos. Las nuevas
monarquías utilizaron sus herramientas de poder para incrementar el bienestar
de sus súbditos, situación que en realidad no sucedió, en medio de un régimen
político carente de libertades; este procedimiento se resume en la frase
"todo para el pueblo, pero sin el pueblo".
Para España, el cambio dinástico
significó una nueva orientación del poder monárquico. Los Borbones buscaron
modernizar el Imperio español con el objetivo de competir con sus principales
rivales europeos: Gran Bretaña y los Países Bajos. El lento sistema de los
consejos fue reemplazado por las secretarías (antecedente de los ministerios), compuestas por funcionarios de
confianza nombrados por el rey y que ejecutaron sus órdenes en ciertas
materias, como marina, guerra, hacienda y justicia. Las principales reformas se
realizaron durante el reinado de Carlos III (1759-1788), quien con la
colaboración de los nobles ilustrados españoles, modificó el sistema comercial
de las colonias, creó nuevas autoridades en América, reorganizó el sistema de
impuestos, reformó la agricultura y protegió la industria española.
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